A mí siempre me ha llamado la atención y me he preguntado por
qué el perejil se regalaba. ¿Quiénes ese agricultor dadivoso que se dedica a cultivar
perejil para no ganar nada? No lo sé. Pero me parecía fantástico. Cuando en la pescadería te preguntaban “¿Quieres perejil?” No me podía resistir y decía un tímido
“si” porque claro “A caballo regalado no le mires el diente”. Luego, llegaba a
casa e, inmediatamente, ponía el perejil
en un vaso con agua porque, aunque no habías pensado en ningún momento
una receta con perejil ¿Y si pasado mañana lo necesito? Y bueno, lo normal es
que a la semana el perejil esté amarillo y se vaya a la basura.
Ahora se puede comprar en maceta y dejar que
crezca en casa. En cualquier ventanuco se coloca y crece de maravilla. Cuando
lo necesitéis “zasca”, un buen corte y al guiso. Lo normal es picarlo finito
para guisar, hacer salsas y aliños o
condimentar un plato. Incluso la moda “Arguiñano” nos ha hecho utilizarlo a
menudo para adornar nuestras obras maestras.
Y, desde luego, el perejil es una de las hierbas aromáticas frescas más utilizadas en la cocina española.
Seguramente conoceréis este truco para picar el perejil, pero
como quiero que nadie se “escape” a estos truquis, pues os lo cuento, que siempre
viene bien.
Quitamos los tallos y nos quedamos sólo con las hojitas del
perejil. No dejéis ningún rabillo porque los tallos amargan.
Las ponemos en un vaso.
Si tenéis mucho y queréis guardarlo, lo dejáis secar un poco,
lo metéis en un tuper y al congelador. Así podréis ir sacando lo que necesitéis.
Y es un trabajo menos cuando estáis cocinando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Me encantará saber lo que piensas, lo que te parece esta receta, tus sugerencias...